Ciudad Perdida: Un trek desafiante pero gratificante

Hola, viajeros en busca de desafíos gratificantes. Les traigo este artículo basado en mi experiencia sobre el tour a Ciudad Perdida en Colombia. He realizado este recorrido más de 60 veces, ya que trabajé como traductor en varias de las agencias que ofrecen este tour. Gracias a esto, he tenido la oportunidad de conocer las versiones históricas, culturales y espirituales de las diferentes comunidades que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta y sus alrededores, incluyendo Ciudad Perdida.

Las Comunidades de la Ciudad Perdida

En estas maravillosas tierras de abundante vegetación conviven cuatro comunidades indígenas, aunque durante el recorrido oficial que ofrecen las agencias turísticas, comúnmente se pueden observar dos: los Koguis y los Wiwas. Estas comunidades, descendientes de antiguas culturas, comparten la misma ascendencia y algunos rasgos culturales, pero son muy diferentes entre sí.

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Los Koguis

Los Koguis suelen ser distantes y muy conservadores; la mayoría no habla mucho con los turistas, aunque algunos son muy sociables. Prefieren vivir como seminómadas, con casas hechas de barro y ramas ubicadas alrededor de la montaña. Tienen diferentes temporadas para habitarlas, por lo que siempre se están moviendo entre ellas. Entre sus costumbres está que hombres y mujeres viven en casas separadas, lo que incluye a los niños, quienes a partir de aproximadamente los 9 años dejan de vivir en la casa de la madre y pasan a la de los padres.

Los Koguis creen que la Ciudad Perdida de Santa Marta no fue construida por personas. De hecho, uno de ellos me contó que el nombre Teyuna es una forma de llamarla, pero que el nombre original es Terruna, y que la ciudad fue levantada de la tierra por un gran espíritu, siguiendo las órdenes de su dios Serankua, quien es el sol.

Los Wiwas

Por otro lado, los Wiwas, una comunidad indígena con las mismas raíces que los Koguis, también llaman al sol “Serankua”. Sin embargo, los Wiwas no son tan conservadores en muchos aspectos. Utilizan herramientas modernas, como celulares, computadoras y elementos de aseo, aunque conservan su vestimenta y costumbres culturales. Los Wiwas creen que la Ciudad Perdida fue construida por sus ancestros por orden de Serankua, como un lugar sagrado de protección, meditación y ofrendas.

Por su parte, los campesinos tienen una perspectiva basada en lo que dicen los arqueólogos que investigan la zona.

El Mamey

El recorrido a la Ciudad Perdida de Santa Marta fue difícil para mí la primera vez, ya que no estaba preparado físicamente. Todo comenzó como un tour normal: yo estaba traduciendo de español a inglés y viceversa, que era mi trabajo en ese momento. Partimos de la oficina hacia un pueblo llamado Machete, donde almorzamos, al preguntar me di cuenta de que el verdadero nombre del pueblo es El Mamey por que en ese lugar habían muchos arboles de mamey, y se dice que en la época de los cultivos ilícitos, antes del turismo, hace unos 20 años, los habitantes se emborrachaban y luchaban con machetes, de ahí el apodo del pueblo.

Con la llegada del turismo, la comunidad cambió. Descubrieron varias fuentes de ingreso completamente lícitas que proporcionaban lo necesario para una vida saludable y feliz. Entre estas fuentes se encuentran la alimentación, el transporte, el hospedaje y el mismo turismo. El pueblo es muy alegre y sus habitantes son muy amables. Su forma de comunicarse es una mezcla de la jerga de la costa caribe colombiana y el acento y vocabulario de las ciudades del interior del país. Son muy atentos y en los restaurantes se ofrece comida típica de la zona, que es muy rica y se sirve en porciones grandes.

El primer día del trek

Una vez que almorzamos, descansamos un rato para hacer la digestión y luego comenzamos a caminar. Al principio, la vegetación es seca y hace mucho calor. Empezamos caminando en terreno plano, pero luego comenzamos a subir por una montaña inclinada con una sección descubierta. En esa parte, la tierra es blanca y, con el sol pegando directamente, se hace muy difícil el recorrido. Es tan desafiante que los campesinos de la zona la llaman “el martillo”. Esto sucede en temporada seca; cuando llueve, el clima es más fresco, pero el suelo se vuelve resbaladizo.

Una vez que pasamos esa sección, encontramos a un campesino que vende bebidas refrescantes como agua y Gatorade. Normalmente descansamos unos 10 minutos antes de continuar subiendo. Generalmente, nos toma una hora llegar a ese punto, y la vista es hermosa. Sin embargo, siempre que le preguntes a un guía, te dirá que faltan solo 20 minutos, incluso si no es nuestro guía 😂. No sé por qué lo hacen, pero te anima un poco, aunque luego te das cuenta de que todavía falta bastante.

A esa altura se puede apreciar la belleza de la montaña. El sendero es mayormente inclinado en los siguientes kilómetros. A mitad de camino encontramos a un señor que vende jugo de naranja natural. No sé si es porque las naranjas son muy ricas o porque llevamos tiempo caminando acalorados, pero el jugo sabe más delicioso de lo normal. En este punto, la vegetación nos cubre completamente del sol.

Llegamos al punto más alto, un lugar llamado “el Sai” (así se llama a los sitios donde se puede rentar un celular para hacer llamadas telefónicas). Luego comenzamos a descender y en este tramo la tierra es de color rojo, como arcilla. Durante la temporada seca el suelo es estable, pero durante la lluvia la arcilla se vuelve muy resbalosa y todos nos caemos varias veces, es muy gracioso pero nadie se lastima porque la arcilla es muy blanda y en esa parte no hay muchas piedras, algunos guías no se caen debido a su gran experiencia.

En esta parte del recorrido, podemos ver la primera cabaña que visitaremos, dependiendo de la época del año, las vistas de la vegetación son diferentes: a veces se ve verde, otras veces con muchas flores rojas o blancas, y en raras ocasiones se pueden ver los tres colores. Gracias a que he subido muchas veces a la Ciudad Perdida de Santa Marta, he tenido la fortuna de ver cada una de estas vistas desde la primera cabaña que se llama Adán.

En la cabaña Adán tenemos la oportunidad de bañarnos en una piscina natural, luego descansamos y nos cuentan un poco de la historia y cultura de la zona, incluyendo la fauna y flora.

Siempre es el guía quien cuenta sobre la vegetación y los animales, pero muchas veces está acompañado de un wiwa o un kogui, quien generalmente habla de algunas costumbres, como qué es y para qué se usa el poporo. El poporo es un artefacto que siempre llevan consigo; se trata de la cáscara de un calabazo que utilizan para guardar polvo de concha de mar. Este polvo no se obtiene moliéndolas, sino que colocan bambú en el fuego, encima las conchas de mar, luego más bambú y así sucesivamente, como un gran sándwich. Luego las ponen en una olla con agua caliente y las dejan hervir hasta que el agua se evapore, convirtiendo así las conchas de mar en polvo.

Después de esto, es momento de dormir, ya que debemos levantarnos temprano. Debemos estar en pie a las 5 a.m., ya que la caminata del día siguiente es larga.

El segundo día del trek

El clima influye considerablemente en el siguiente día, ya que ascendemos mucho y puede resultar desafiante subir las montañas. Así como tuve la oportunidad de ver el campamento Adán en sus diferentes colores, gracias a las hermosas flores que florecen según la temporada en la que subas, también pude ascender el segundo día del trek a la Ciudad Perdida de Santa Marta en sus distintas versiones, digo “versiones” porque dependiendo del momento en el que llegues encontrarás el trek más fácil o más difícil según tus preferencias de temperatura. Las vistas también varían y en general la experiencia se disfruta de maneras distintas según el clima.

Durante la temporada seca hacía mucho calor y la humedad del aire era muy alta, junto con el calor esto hacía que me cansara rápidamente, especialmente al subir la montaña el dolor en las piernas era intenso y sudaba mucho, sin embargo en algunas partes antes de llegar a los lugares de descanso, podía encontrar puntos donde la brisa era fuerte y refrescante. La montaña está muy cubierta de árboles y en las áreas despejadas aunque pequeñas se filtra la brisa, a veces les sugería a los turistas que se acercaran conmigo a un punto donde hay un árbol muy grande conocido como Caracolí, este árbol se encuentra en medio de una bajada y el inicio de otra subida, justo en ese punto despejado frente al árbol se pueden ver las montañas y se siente una brisa refrescante y algo fuerte, que para mí es gratificante y me renueva la energía, recuerdo que un turista me dijo que yo era experto en reconocer los mejores puntos del trek cuando le mostré este lugar.

Durante la temporada de lluvias la primera subida es uno de los retos del camino, pues apenas empezamos todo esta mojado y es muy resbaloso, el barro en muy profundo en el medio del camino y cuando tratamos de subir es común resbalar y caer, lo bueno es que caemos en el barro y no pasa nada 😂, es común que tengamos neblina en partes del camino lo cual lo hace mas interesante y si corremos suerte podemos pasar por una parte alta donde no tenemos neblina en el camino, podemos ver el sol salir y la neblina al lado de la montaña, abajo de nosotros dando la impresión de que estamos caminando al lado de las nubes, el momento es increíble y todos queremos tomarnos fotos en las nubes en ese momento.

Algo que me gusta de la temporada de lluvias es que al caminar bajo la lluvia no siento que me canse, al menos, esa es mi opinión, no hace calor y la lluvia es muy refrescante, la naturaleza se ve más brillante y hermosa en ese momento, la niebla aparece y desaparece y el clima siempre es agradable, durante la noche hace mucho frío pero se soluciona con las cobijas y un chocolate caliente o café que te brindan en cada cabaña.

Seguimos nuestro camino admirando hermosos paisajes, en un tramo del recorrido, noto que parte de la vegetación se parece a la de la primera película de Parque Jurásico, lo cual me resulta espectacular, a lo largo del trayecto, también vemos mulas y ganado. Debemos ser cuidadosos para no resbalar, ya que en algunas partes los caminos son estrechos.

Después de pasar lo que yo considero como “el Parque Jurásico”, encontramos un asentamiento indígena donde viven varias familias de Koguis, no siempre están allí, pero si tenemos suerte podemos verlos. Los niños se acercan a pedirnos dulces, siendo esta una de las pocas palabras en español que conocen, desde una parte de la montaña podemos tomar buenas fotos de las casas indígenas, pero no debemos fotografiar a los indígenas sin su permiso ya que creen que las fotos capturan parte de su alma y se molestan por ello.

Más adelante el camino se hace más fácil para mí ya que empezamos a descender, en este punto los turistas comienzan a preguntar cuánto falta para llegar ya que nos dirigimos a un punto de descanso, yo sé que estamos cerca cuando volvemos a escuchar el río, una vez lo vemos nuevamente sabemos que falta muy poco, al llegar almorzamos y descansamos junto al río, recuperando fuerzas y preparándonos para continuar.

Ascendemos durante un buen rato, luego descendemos caminando junto a un río grande y hermoso, podemos ver cómo se cruza con otro río, formando uno más caudaloso, en él se observan enormes rocas y el agua es cristalina. Continuamos descendiendo hasta llegar a un puente, dependiendo del ritmo que llevemos, puede que tengamos tiempo para darnos un chapuzón bajo el puente, a este punto lo llamo “el cargador”, ya que después de ese baño recupero las fuerzas perdidas durante el recorrido, luego cruzamos el puente y estamos listos para seguir nuestro camino hacia la Ciudad Perdida de Santa Marta.

Después nos enfrentamos a la parte más difícil, el ascenso más largo de todo el recorrido hacia la Ciudad Perdida de Santa Marta. En esta sección la mitad del camino está cubierta por árboles y la otra mitad es despejada, cerca del punto más alto, encontramos una gran cantidad de guaduas o bambú colombiano, en este punto estamos tan arriba y tan lejos de la civilización que me cuesta creer que estoy allí, rodeado de montañas y vegetación, también en este lugar crece un árbol de aguacate que no está a simple vista; hay que buscarlo bien para encontrarlo. A lo largo del camino se pueden encontrar naranjas, que suelen ser muy ácidas pero refrescantes. Algo que olvidé mencionar es que durante todo el trayecto se pueden ver restos de las antiguas escaleras de piedra que conectaban el parque Tayrona con la Ciudad Perdida de Santa Marta.

Closure of the lost city for the entire month of september

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